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Antología de literatura fantástica y de ciencia ficción peruana.

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Somos libres. Antología de literatura fantástica y de ciencia ficción peruana nació en 2012 como ebook (libro digital) de descarga gratuita. Para celebrar su octavo aniversario, les ofrecemos esta segunda edición, para leer desde nuestra página web. En el siguiente texto el autor nos recuerda que no todo lo que brilla es oro.

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Oro

Gonzalo del Rosario

Ilustración: Nelson Castañeda

Cansado de los abusos de sus jefes y de recorrer la ciudad para ganar menos de lo que vendió, consiguiendo jaquecas y gritos de los supervisores, moliéndose el cuerpo en tareas esclavizantes donde si le llegaban a pagar, era una miseria a comparación de todo lo que hacía, no sólo convirtiendo sus zapatos y ropa interior en unos cráteres irritantes, sino acentuando sus psicopatologías, Diego regresaba cada noche a casa odiando más al mundo real en el que había caído luego de terminar la universidad.

Lleno de ira se metió al baño, se sentó y expulsó todos sus demonios. Maldijo ese repentino estreñimiento mentando a la madre de su creador, y a su suegra, y arañó las mayólicas resbalando sus dedos, solo para concentrarse y expulsar aquella dolorosa tripa que hacía un par de días le estaba malogrando la jornada entera.

Muy tranquilo ya y odiando más a sus familiares que no se preocuparon en llenar de agua los barriles, para cuando ya no saliera nada de los caños, logró conciliar el sueño sin sentir la amargura de poseer un trozo de mierda ansioso por nacer.

Diego fue despertado a las seis en punto, como siempre por su reloj biológico, ese día, nuevamente debía levantarse, sin más ganas, a recorrer la ciudad buscando vender algo que ni él mismo entendía para qué servía.

Al levantar la tapa para orinar, algo sorprendió su vista: era el mojón más bello que podía haber concebido intestino alguno, sus trozos de mierda relucían al contacto de los rayos solares del amanecer, Diego no dudó en meter la mano y palpar aquel excremento endurecido por la gélida noche invernal, quizás, pero si de algo estaba seguro era –mierda, esto es una mierda. . .                        ¡pero de ORO!- oro puro.

Recién se había percatado que su wáter estaba lleno de tanto oro como para no volver a trabajar en años, o por lo menos en un buen tiempo, total, podría cagar más e igual saldría oro ¿o no? Y de la emoción le vinieron de nuevo las ganas, no sin antes extraer todo su oro del escusado, besarlo, lamerlo y acariciarlo con sus mejillas, sentarse y dejar que sus sueños sigan el ritmo de sus heces.

Tan feliz como los niños ricos la mañana de navidad, telefoneó a su chamba, mandó a comer de su nuevo tesoro al jefe, y en pijama corrió a comprar todo lo que siempre había soñado . . . tenía toda la mierda del mundo para pagar sus más oscuros placeres.

Aquella noche llegó a la casa de su flaca con todos aquellos regalos que le había prometido, no sólo a ella, a su familia también, y que nunca entregó por falta de fichas: zapatos, botas, carteras, jeans nuevos, de esos al cuete que había malogrado por no apuntar bien a la hora de venirse, polos, casacas, vestidos, poleras, faldas, ropa y más ropa que siempre le pedía su flaca en cada aniversario, cuando a Diego solo le alcanzaba para regalarle una porción de chicharrón de pollo en La Cabaña antropófaga; por supuesto que no los compró él, sino ella misma, porque esa tarde habían tomado el primer vuelo que encontraron rumbo a Lima.

Cuando regresaron, su Audi ya los esperaba en el estacionamiento de su depa, todo amueblado con una cama gigante para moverse bien pegados, un televisor de esos que parecen cuadros intercambiables, con un sistema de sonido de otra dimensión y tantos canales como para volver loco a cualquier adicto al zapping.

Pronto empezó a asistir a cada una de las discotecas de la ciudad y como siempre ponía el trago para todos, las invitaciones a eventos sociales le llovían. Las flacas no tardaron en asediarlo, y él podía hacer con ellas lo que quisiera; lo cual a su flaca poco le importaba siempre que siguiera regalándole toda la ropa y tecnología de los catálogos.

Así se había vuelto la persona más conocida y querida de su ciudad, y todo gracias a la mierda que almacenaba en una caja fuerte en forma de wáter, recontra escondida, y que su contenido las casas de cambio adoraban.

Sin embargo, en una de sus rebotadas, entró en una duda muy grande ¿En qué se diferenciaba de los demás ladrones que habían llegado “tan alto” como él? Entonces para limpiar su imagen de amante de los viajes nocturnos alrededor del mundo con chibolas y drogas fuertes, lavó su mierda con una Fundación que otorgó educación de primer nivel y gratuita para niños y adolescentes en estado de abandono y pobreza.

En el fondo sabía que tarde o temprano lo irían a joder y por más mierda que les ofreciera, no cesarían en sus intentos de arruinarle la vida. Con dicha Fundación pretendía formar a los futuros dueños de la patria que él, ya convertido en el Señor Diego, y con S mayúscula, iba comprando de a pocos, gracias a su dorado esfínter.

Estaba formando a los actuales jueces, abogados, congresistas, alcaldes, gerentes, presidentes, profesores, periodistas, médicos, dueños y más dueños de más y más empresas promovidas por la mierda y más y más mierda rica del rico Señor Diego, dueño del Perú y balnearios, y mucho, mucho más.

Aquellas felices décadas de bonanza pasaron demasiado rápido. Luego de dominar su país, y parte del mundo, a su antojo, como ya estaba muy viejo eligió a su sucesor de entre su círculo mayor de pendejos, al cual le dejaría la clave de su bóveda de mojones dorados que salían de su ano, el verdadero dueño de su imperio. Si bien se esperaba con ansias que el Señor Diego muriera lo más pronto, cuando sucedió, y a los pocos días se empezó a percibir un olor a desagüe atorado que emanaba de los principales bancos del mundo, por más investigaciones realizadas nadie dio con la causa de la cantidad de heces acompañando el dinero y las joyas de los principales magnates del planeta. ¿Una broma del más pésimo gusto? Su mierda dorada había tomado su verdadero color y olor.

Gonzalo del Rosario (Trujillo, 1986). Ha publicado Cuentos pa’ Kemarse (2008), Losocialystones (2010) y Mishky Stories (2011). También ha participado en el híbrido TV-OUT (2009). Es licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Trujillo. Sus narraciones han ido saliendo en los fanzines, revistas y antologías, físicas y virtuales, nacionales e internacionales, que se lo permitieron. Ha participado además de nuestra antología aniversario Encuentro en otros mundos (2019).

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